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Arístides Rodrigo Guerrero, ministro que quiere poner a la Suprema Corte en modo Spotify

  • Por momentos parece broma. Pero no lo es. Arístides Rodrigo Guerrero García, abogado y aspirante a Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), decidió sacudir el polvo solemne que suele cubrir la justicia mexicana. Lo hizo con un chicharrón en la mano y una frase que, sin buscarlo, lo catapultó a la fama en redes sociales:

“Estoy más preparado que un chicharrón”.

Así, entre risas, memes y un requerimiento del INE para entregar la factura del famoso chicharrón, nació el apodo con el que ahora se le conoce: el “ministro chicharrón”. No es menor el detalle: aparece como el número 48 en la boleta morada y, contra todo pronóstico, se ha convertido en uno de los personajes más comentados del proceso judicial.

Pero no todo es ocurrencia. Guerrero combina su espontaneidad con una serie de propuestas que apuntan a transformar la justicia en México. Su campaña tiene un enfoque claro: acercar la Corte a la gente.

Sentado frente a la cámara, Arístides habla con la seguridad de quien no teme romper moldes. “Voy a llevar las sesiones de la Suprema Corte a los estados. A Chihuahua, por ejemplo”.

Y por si eso no bastara, Guerrero quiere digitalizar a la Corte. Literalmente. Su propuesta estrella es una plataforma tipo Spotify, pero no para escuchar reguetón, sino para consultar sentencias por ministro, tema o relevancia. “Transparencia judicial en tu celular”, resume.

Imagina buscar “ministro Guerrero” y que el sistema te devuelva sus resoluciones, razonamientos, votos particulares. Todo al alcance de un clic. La idea suena futurista, pero también urgente en un país donde el acceso a la información judicial sigue siendo un privilegio de pocos.

Tal vez por eso ha conectado con tantos. Porque Arístides no simula ser perfecto. No habla con tecnicismos vacíos. Dice lo que piensa, con elocuencia y sin solemnidad. Y aunque su chicharrón le robó cámara, su mensaje es más grande: la justicia no tiene por qué ser inaccesible, fría o incomprensible.

“Esta es una oportunidad histórica para mostrar que la reforma judicial puede ser un éxito”, dice. Y en sus palabras hay algo más que entusiasmo: hay una invitación a pensar una Suprema Corte distinta. Una que no tema salir a la calle, ni entrar al streaming.

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