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¿Qué sigue entre México y EU?

CDMX.- Las primeras semanas de la nueva Administración Trump han transcurrido como podría esperarse: con pronunciamientos bruscos, amenazas de aranceles y una serie de órdenes ejecutivas que, aunque unilaterales, afectan directamente a México. La Presidenta Sheinbaum ha jugado bien sus cartas hasta ahora.

La reciente conversación con el Presidente Trump da un respiro e inicia formalmente un proceso de negociación en los tres principales frentes de la relación: seguridad, migración y comercio. No es un resultado menor y debe reconocerse así, pero cualquier pronóstico de lo que puede pasar a partir de ahora es necesariamente de carácter reservado.

Si acaso, es posible apuntar algunas cosas en las que conviene pensar, pues hay mucho en juego. Contribuyo aquí con algunas ideas.
Seguridad y procuración de justicia

La afirmación de la Casa Blanca de que “las organizaciones traficantes de drogas tienen una alianza intolerable con el Gobierno de México” y que éste “les ha concedido refugio para manufacturar y transportar narcóticos” no tiene precedente y por supuesto es grave.

Es natural el rechazo por parte del Gobierno mexicano, pero hay que pensar más allá del hecho inmediato, pues las declaraciones no son soluciones. Ni el Gobierno actual en México ni los anteriores podrían garantizar que no existe o ha existido colusión entre funcionarios de alto nivel (de los tres órdenes y poderes de gobierno e incluso de partido).
Lo verdaderamente importante para México -y para EU- es cómo enfrenta este hecho. Es posible pensar que el lenguaje específico de la Casa Blanca podría ser producto del descuido. A fin de cuentas, el Consejo de Seguridad Nacional no cuenta aún con un funcionario formalmente responsable de México. Sin embargo, se debe asumir que el Gobierno de EU cuenta con amplia información sobre estos vínculos -de antes y de ahora- y que tarde o temprano hará uso de ella.

Conviene también entender que la cooperación bilateral en esta materia no está al nivel del reto que hoy existe; y que se limitó y debilitó en años anteriores producto de directrices expresas del Presidente López Obrador o, en el mejor caso, por desconocimiento y prejuicios. Se requiere de una cooperación integral, eficaz y que parta de un diagnóstico compartido que hoy no existe entre ambos gobiernos, como demuestra el debate sobre la producción de fentanilo en México.
Migración

La geografía, el diferencial de ingreso y la demografía hacen de la migración un tema casi perene en la relación bilateral. Lo que cambió en los últimos 10 años es el aumento en el número de nacionales de otros países que ingresan y cruzan México y llegan a la frontera con EU -hoy mayoritariamente para pedir asilo-.
El fenómeno ha adquirido tal dimensión que resulta intransitable operativa y políticamente para EU, no sólo para Trump. Creo que el tema de migración se irá despresurizando en los próximos meses. Los números de encuentros en la frontera venían descendiendo en los últimos meses de Biden, y los efectos reales y demostrativos de las acciones tomadas por Trump serán un punto de inflexión -tal como ocurrió durante su primera administración-. Sin embargo, en tanto este problema no esté resuelto plenamente habrá tensión e inestabilidad en la relación bilateral.
Desde hace tiempo pienso que conviene a México alcanzar un control operativo eficaz de sus fronteras por varias razones. La migración se ha convertido en botín del crimen organizado. También sin este control se dificulta construir mejores esquemas de movilidad laboral con EU para nuestros connacionales.
Por ejemplo, en la revisión del TMEC estarán nuevamente en vilo las llamadas visas TN para profesionistas de México y Canadá. México ha pasado relativamente rápido de ser un país de origen a uno de tránsito y destino de migrantes. No obstante, el andamiaje institucional y los recursos humanos, financieros y tecnológicos con los que se cuenta para hacer frente a este hecho no se han reforzado ni incrementando.
Recurrir a desplazamientos de la Guardia Nacional no es una solución idónea ni de largo plazo. La protección consular se está reforzando, lo cual es correcto y positivo, pero los recursos de la red consular se han mermado a lo largo de los años. Finalmente, hay que distinguir entre la defensa de los derechos de nuestros connacionales y destacar sus aportaciones a la sociedad estadounidense, de hechos que en nada contribuyen a la causa en EU como las quemas de la bandera de ese país que todo indica han estado ocurriendo.
Comercio e inversión

Como he señalado antes en estas páginas, nos encontramos ante una revisión del TMEC anticipada en los hechos y complicada por diversos factores fuera de la agenda comercial y más allá de la bien conocida convicción de Trump de que un déficit comercial es malo para EU.
Por un lado, los temas de migración y narcotráfico se entremezclan con el futuro del tratado como deja claro la Casa Blanca. Por el otro, la nueva Administración estadounidense, sujeta a un creciente déficit fiscal, busca sustituir hasta donde sea posible los ingresos de impuestos sobre la renta por los de aranceles. Este factor no estaba tan presente en la renegociación del TLCAN en TMEC.
Los argumentos sobre las ventajas del tratado para EU, los efectos negativos de los aranceles sobre las cadenas productivas y la inflación de EU y la complementariedad de las economías son incontrovertibles. Exponerlos como correctamente se ha venido haciendo es necesario pero insuficiente.
La ruta de abandonar el TMEC se aprecia más difícil que hace unos años con el TLCAN. A fin de cuentas, el tratado actual es una creación de Trump, la cual vendió ampliamente a los votantes. No obstante, parece razonable pensar que busque mantener la amenaza de aranceles en paralelo durante toda la revisión del TMEC, y que ésta concluya solo cuando todo esté acordado. Incluso, no es descartable que mantenga abierta la revisión más allá de 2026 y durante toda su gestión (como lo permite el texto del tratado).
La incertidumbre potencial de ese escenario puede ser más grave que los mismos aranceles. También hay que tomar en cuenta que en círculos políticos estadounidenses campea la idea que fue México el que reabrió el TMEC con acciones de política pública en el sector energético, con el maíz genéticamente modificado o en contra de empresas de EUA.
Veo más factible que se construya una solución a que no ocurra, pero, como hoy acertadamente se repite, habrá que mantener la cabeza fría y recordar la vieja máxima de que nada está acordado hasta que todo esté acordado.
Geopolítica y largo plazo

La relación entre México y EU entró en un terreno inexplorado con la llegada de Trump a la Presidencia hace 8 años y de Morena al poder hace 6.
Se trata de una nueva etapa cuyo elemento distintivo es la tensión entre la integración económica y la interdependencia, por un lado, y las diferencias políticas y las soberanías por el otro.
Es una etapa en la que el estadounidense promedio piensa que la globalización de los últimos 40 años le ha pagado mal; y se siente amenazado por la nueva llamada multipolaridad y sobre todo por países como China, Rusia e Irán.
La realidad es que, en cada momento de los casi 200 años de relaciones, la recetas para una negociación exitosa con EU han sido distintas. Pero conviene no perder de vista que EU está repensando su liderazgo mundial, su proyección hacia el exterior y sus socios y aliados.
El riesgo principal que hoy enfrentamos en la relación es un nacionalismo mal entendido tanto en EU como en México y, más que una crisis súbita, el riesgo es que se abandone de ambos lados el objetivo de seguir construyendo una relación de socios estratégicos.

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