La ceguera de los seguidores de Donald Trump

Sus discípulos están descubriendo que no se trata tanto de una política en particular como de una fe ciega en el propio Trump.
“Nunca me apego demasiado a un acuerdo ni a una táctica”, son palabras que se le atribuyen a un tal Donald J. Trump en 1987. “Para empezar, mantengo muchas cosas en el aire, porque la mayoría de los acuerdos fracasan, por muy prometedores que parezcan al principio”.
Podrían pensar que es inútil tratar de encontrar respuestas a lo que pasa exactamente por la mente del presidente estadunidense consultando un libro que escribió un ghostwriter para él hace cerca de 38 años. Sin embargo, leer The Art of the Deal (El arte de la negociación) –como parece que últimamente están haciendo muchos, amigos y enemigos– es lo más cerca que se puede llegar a comprender la mentalidad de Trump. “Mi estilo para negociar es bastante simple y directo”, explica en otro momento. “Fijo la mira muy alto, y luego sigo presionando y presionando hasta conseguir lo que busco”.
Pero si bien el libro podría ofrecer una perspectiva a través de la cual podemos comprender mejor la psicología de Trump, su característico estilo transaccional, de ganadores y perdedores –o cómo su administración cayó a un grado tal de caos en menos de 100 días– no ofrece precisamente ningún tipo de modelo para el liderazgo estadunidense. Piensen menos en La Diplomacia (Diplomacy) de Henry Kissinger y más en If I Did It (Si yo lo hubiera hecho) de O.J. Simpson (aunque sin la historia sobre cometer “hipotéticamente” un asesinato).
Y, sin embargo, para los más fervientes discípulos de Trump, el libro se ha convertido en una especie de biblia, cuyas benditas escrituras pueden usarse para racionalizar, justificar y glorificar cada giro descontrolado que hace el presidente. “Muchos de ustedes en los medios claramente no entendieron “El arte de la negociación”, dijo recientemente a los periodistas Karoline Leavitt, la secretaria de prensa de la Casa Blanca de 27 años, cuando Trump anunció una pausa en los aranceles en medio de un colapso del mercado. “Claramente no lograron ver lo que el presidente Trump está haciendo aquí”. (Tenía razón en eso).
En la mentalidad de Trump, los medios –que pueden ser tan descabellados o poco realistas como él quiera– se justifican por los fines, que siempre son los mismos: ganar. No hay que tomarse los medios demasiado en serio. Debe ser bastante desconcertante, entonces, idear políticas, ideas y argumentos improvisados y tener un ejército de lacayos y fanáticos dispuestos a defenderlos como parte de un gran plan. Pensemos en el secretario del Tesoro, Scott Bessent, haciendo todo lo posible por justificar el vaivén arancelario de Trump como la “estrategia desde el principio”. O en el vicepresidente J.D. Vance diciendo a los periodistas que “no podemos simplemente ignorar los deseos del presidente” cuando se le preguntó sobre las amenazas de anexión de Groenlandia, o intentando usar la Biblia como justificación de las políticas de Trump de “Estados Unidos Primero”.
Entonces, ¿cómo podemos describir el sistema de creencias que los fieles discípulos de Trump crearon y que ahora siguen, que considera El Arte de la Negociación como prueba de que Trump es el salvador de Estados Unidos? Me gusta la palabra que usa Martin Walker, investigador de la Warwick Business School: dealism (negociacionismo).
Lo bueno del “negociacionismo” es que nunca se equivoca; es absolutamente infalible, porque nunca está claro hasta dónde llegamos en el juego de ajedrez de cuatro dimensiones. Decir mentiras, cambiar de opinión o armar un enorme desastre es solo parte del proceso. “Si las cosas no salen como se prometieron, es porque forma parte de una estrategia oculta mayor que incluye mentir sobre la estrategia”, explica Walker. “Y si eso no sucede, no pasa nada, porque forma parte de una estrategia aún mayor”. Ya me entienden.
Otra cosa que hay que entender sobre el “negociacionismo” es que no se trata tanto de una política en particular, sino de tener una fe ciega en el infalible maestro negociador, Trump. Esto se trata de una especie de culto al liderazgo que se describió muy bien en marzo de 2016 en CNN.
“Hay un líder que surge y dice: no confíen en ustedes mismos, no confíen en la sociedad, confíen en mí”, dijo el hombre. “En los próximos años, mucha gente de la derecha…tendrá que explicar y justificar cómo cayó en la trampa de apoyar a Donald Trump, porque esto no va a terminar bien”.
El entrevistado era Marco Rubio, ahora secretario de Estado, quien hoy en día es más probable que se le encuentre ignorando las caídas del mercado provocadas por Trump o sugiriendo que debería recibir un Premio Nobel de la Paz.
La ironía de todo esto es que, si hubieran examinado su Biblia con más atención, los seguidores del “negociacionismo” podrían haberse dado cuenta de que se lo toman todo mucho más en serio de lo que deberían. “La verdadera emoción es jugar el juego”, dice Trump en una sección titulada “Diviértete”. “No paso mucho tiempo preocupándome por lo que debería haber hecho de otra manera o por lo que sucederá después”, continúa. “Si me preguntas exactamente lo que todos los acuerdos suman al final, no estoy seguro de tener una muy buena respuesta”. Por suerte para él, los seguidores del “negociacionismo” siempre tendrán una lista.